jueves, 14 de enero de 2016

Terrazas, con su gabardina, también en ABC

CARLOS TERRAZAS, EL CORRECAMINOS DEL MIRANDÉS
Carlos Terrazas, el entrenador del Mirandés - EFE
FERNANDO ROJO - 14/01/2016 a las 08:51:57h. - Act. a las 17:37:23h.Guardado en: Deportes , Fútbol

«Al que menos quiero es al Barcelona. Quiero un equipo al que podamos eliminar con mayor facilidad», exclamó Carlos Terrazas minutos después deapear al Deportivo, cuando le preguntaron por el siguiente rival en la Copa del Rey. Obsérvese la expresión «al que podamos eliminar con mayor facilidad». Lo que pretende decir el entrenador del Mirandés es que su equipo es capaz de dejar en la cuneta al Barça de Messi y de Neymar, pero que prefiere un rival más accesible.
No se trata de una bravuconada poco meditada, sino de otro órdago a la grande de este bilbaíno acostumbrado a ganar todas sus apuestas. Como cuando vaticinó que el Guadalajara, al que acababa de ascender a Segunda división, se salvaría «con la gorra». Y se salvó, no con la gorra, pero se salvó. O cuando se comprometió a luchar por el ascenso del Mirandés a la Liga BBVA.

Soldados rasos

De momento, su actual equipo se encuentra a dos puntos de la zona de promoción a Primera, que es su auténtico objetivo de la temporada. De hecho, en la Copa del Rey, sacó un plantel de suplentes para medirse al Deportivo en Riazor. Y pese a ello, terminó venciendo, porque en los equipos de Terrazas los titulares y los suplentes son los mismos soldados rasos que se sacrifican los 90 minutos por respaldar la idea de fútbol de su entrenador: presión desde la delantera, defensa adelantada y, entre medias, un centro del campo obsesionado en tapar hasta el último resquicio al rival. En esa agobiante tela de araña cayó el Málaga en dieciseisavos y el Deportivo en octavos. Así que ya nadie le puede quitar a este Mirandés, único club de Segunda división que entrará este viernes en el bombo de cuartos, la etiqueta de «matagigantes».
En la ciudad del Ebro, permanentemente volcada con su equipo, se revive el sueño de 2012, cuando el conjunto que entrenaba Carlos Pouso en Segunda B llegó hasta semifinales y solo cedió ante el Athletic.La diferencia es que entonces el líder del proyecto estaba dentro del terreno de juego, el carismático Pablo Infante, un empleado de banca que en los ratos libres se dedicó a hacerle la vida imposible a los equipos de Primera división en el torneo del K.O. Ahora, sin embargo, el jefe está en el banquillo. Apenas ningún jugador sobresale por encima de otro en una plantilla confeccionada a imagen y semejanza de Terrazas con los retales que va encontrando en sus continuos trasiegos por España.
Cuentan que su coche recorre casi 80.000 kilómetros al año para ver en directo partidos de fútbol por toda la geografía española, a veces tres el mismo fin de semana, y así reclutar jugadores desconocidos. Precisamente volviendo de un encuentro, Terrazas sufrió hace doce años un gravísimo accidente que le paró dos veces el corazón y le ha provocado graves secuelas en el brazo izquierdo. Ni siquiera ese trance logró sanarle su enfermedad por el fútbol, empeñado en triunfar con su particular método.

Sacar oro de retales

Una manera de trabajar –sacar oro de los futbolistas que otros desechan– que lleva poniendo en práctica Terrazas desde que en su colegio de jesuitas de Bilbao le dejaron dirigir con apenas 14 años a un equipo alevín: el entrenador eligió a los veinte mejores y él se quedó con los otros veinte. Con esa filosofía no tardó en triunfar en el fútbol modesto, primero en el Zalla, al que ascendió a Segunda B;después en dos épocas en la cantera del Athletic, en la que formó a jugadores tan destacados como Iraola o Aduriz, y también en Burgos o en Guadalajara, equipos con los este licenciado en Derecho que nunca ejerció la abogacía vivió el éxito del ascenso al fútbol profesional y la derrota del descenso administrativo por culpa de la mala gestión de sus dirigentes.
Así que no es extraño que haya encontrado acomodo en el Mirandés, un club con un presupuesto pequeño, pero que piensa en grande. Como Terrazas.

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