jueves, 4 de febrero de 2016

Las nueces de Carlos Terrazas

Al otro lado

Poco ruido y muchas nueces

(Foto: "Miranda Deportiva")
En el fútbol, los focos a menudo se centran en unos pocos que marcan las diferencias. También los hay bajo el estrellato, pero más a base de trucos efectistas que de resultados. Suelen tener buena imagen, mejor prensa y explotan el aspecto estético como nadie. Más humo que otra cosa. En sus antípodas se sitúa el gremio de los tapados del segundo plano, esos secundarios que parece que no están, pero que llevan el peso del reparto. Sus resultados superan en mucho a la escasa fama que arrastran.
Un ejemplo nos visita el domingo. Carlos Terrazas, jornalero del fútbol. Lleva media vida moldeando plantillas en equipos modestos sin más relevancia que la que tiene el trabajo bien hecho. Con una imagen lejos de dar bien en cámara y reñida con el glamuroso estilo de otros, maneja con maestría los tubos de ensayo de los que saca la fórmula del éxito en la mayoría de sus aventuras futbolísticas. Entrenador de figura menuda, casi escuálida, y con un pelo canoso que le pone encima más años de los que tiene, vive los partidos desde el banquillo con una intensidad que a más de uno desde la grada le darían ganas de saltar a jugar al campo. O de ponerle un esparadrapo en la boca. Si eres jugador suyo y tienes la «suerte» de jugar por su banda, de ponerte unos tapones en los oídos. Porque Terrazas no ahorra en comentarios, voces o correcciones. Y eso se contagia, siendo sus equipos intensos, solidarios y rigurosos tácticamente. No juegan el fútbol más vistoso pero canjean los artificios efectistas en una practicidad sobre la que construye equipos rocosos y siempre competitivos.

El Lugo de Setién durante estas temporadas dio con un par de antihéroes que le hacían la vida imposible. Uno era el pretencioso Bordalás y su Alcorcón, y el otro, un Terrazas que, ya con el Guadalajara o con actual Mirandés, siempre utilizaba la presión alta a los centrales para dificultar la salida del balón y la rigidez táctica de disponer un espacio muy limitado entre líneas, como la kriptonita que más daño hacía al Lugo. Un entrenador que prepara excelentemente los partidos y que conoce como nadie el oficio. El ejemplo de que el éxito no solo se cuantifica en fama o nombre.
CARLOS MELCHOR en

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